La buena acústica depende del tipo de música que se va a tocar. Una banda de rock no suena bien en una sala de conciertos de música clásica, y una orquesta sinfónica no suena bien en un auditorio para conciertos de rock.
Aun así, en la mayoría de salas se interpretan distintos tipos de música. Es por esto que existe la necesidad de alterar la acústica, para favorecer cada estilo en particular.
Todo comienza con la interacción entre el músico y su instrumento, de ahí en adelante, echémosle un vistazo a lo que hace que la acústica de una sala funcione para varios tipos de música.
En un concierto de música amplificada en una sala diseñada acústicamente para este propósito, con un ingeniero de sonido profesional a cargo, un músico se siente conectado a su instrumento, a sus colegas y al público.
Tocar se vuelve fácil, y los músicos pueden concentrarse en la razón principal por la que hicieron el esfuerzo de tocar en esa sala: para brindarle al público una experiencia inolvidable.
En este ambiente sonoro propicio, el sonido de cada instrumento llega a los integrantes del grupo con claridad. El sistema de monitoreo y algunas superficies reflectivas de sonido alrededor del escenario hace que sea fácil tocar en conjunto. Estos sonidos que se reflejan de las superficies cercanas al escenario se llaman reflexiones tempranas, pues llegan a los oídos de los músicos antes que el sonido reflejado por las superficies más lejanas.
Ver y sentir al público hace que tocar sea una experiencia aun mejor. El sonido del público será más fuerte en el escenario si algunas superficies en el área del público reflejan el sonido de vuelta al escenario.
Sin embargo, estas superficies reflectivas también reflejan el sonido proveniente del sistema de altavoces, que es la fuente de sonido más fuerte en las salas de mayor tamaño.
Este sonido reflejado llega tarde al escenario y puede ser una gran distracción si el sonido es fuerte, comparado con las reflexiones tempranas. De ser así. la experiencia se puede tornar desagradable para los músicos.
Los sonidos de tonos agudos, como los de los platillos, el rango superior de los teclados y guitarras y los armónicos de los instrumentos, son fácilmente dirigidos hacia el público por medio de altavoces, dada su alta directividad en ese rango de frecuencias. Puesto que el público absorbe las frecuencias altas, estas no se reflejan de vuelta al escenario, y rara vez causan problemas.
Los tonos más bajos, como el rango bajo de los teclados, guitarras, voces masculinas, bajos y tambores, se irradian en todas las direcciones de los altavoces y subwoofers.
Estos sonidos que inciden directamente sobre el público no se absorben, a diferencia de las frecuencias altas. Por lo general, el público absorbe de 4 a 6 veces más las frecuencias altas que las bajas.
De cierta manera, utilizar audífonos o monitores “in-ear” ayuda a controlar el balance para que el sonido directo sea más predominante que las reflexiones tardías y ayude a enmascararlas. Desafortunadamente, las reacciones del público y las reflexiones directas del escenario se disminuyen a causa de los audífonos y, aunque esto puede sopesarse mediante el uso de micrófonos que capturen el sonido del público, añadiéndolo a la mezcla de los auriculares, las reflexiones tardías de frecuencias bajas no se pueden bloquear por medio de los audífonos y además retumbarán en el cuerpo de los músicos.
Cuando estas reflexiones tardías de frecuencias bajas son fuertes, los músicos piden que el nivel de monitoreo se incremente para solucionar el problema. Se ha comprobado científicamente que estas reflexiones tardías de frecuencias bajas, también conocidas como el tiempo de reverberación de frecuencias bajas, son la razón por la que una sala no suena bien para conciertos de rock, pop y jazz. Así que el truco es amortiguar las reflexiones de frecuencias bajas. Por decirlo de otra manera: se necesitan superficies extensas en la sala que sean capaces de absorber frecuencias bajas para obtener tiempos de reverberación cortos en este rango en todo momento.
Por lo general, no se trata de que los tonos bajos no suenen tan duro, sino de evitar que las reflexiones de estos tonos lo hagan.
Además, estas reflexiones indeseadas que llegan al escenario inician una problemática reacción en cadena, pues los músicos pedirán que se suba el nivel del monitoreo en el escenario para compensar el problema. Cuando esto sucede, los altos niveles de sonido no procesado llegarán al público, al ingeniero de sonido y a su mezcla de sonido.
Al ingeniero no le queda más remedio que subir el nivel de los altavoces de la sala, lo que genera más reflexiones hacia el escenario y el caótico ciclo vuelve a comenzar. Esta es la razón por la que los ingenieros quieren silenciar acústicamente el escenario, pero no sobra decir que esta no es una buena solución, porque disminuye el nivel de las reflexiones primarias de las que dependen los músicos, que contienen una alta definición del sonido.
La solución del desafío está en encontrar el tiempo correcto de reverberación, que es el tiempo que se demora el sonido en decaer, especialmente en el rango de frecuencias bajas. Además, el escenario no debe ser una sala independiente del resto del auditorio. La acústica de ambos lugares debe ser similar y tener un balance. A través de varias investigaciones, Flex Acoustics ha hecho una serie de recomendaciones de tiempos adecuados de reverberación para salas de música amplificada para distintas frecuencias y tamaños de sala.
Por fortuna, el público prefiere esta acústica. Un concierto de música amplificada en una sala con mucha reverberación hará que la música sea incomprensible, puesto que la base rítmica se transforma en un serie de sonidos confusos, largos y difuminados. ¡Esto no está bien! Ahora, un incremento del 5% del precio de las entradas incrementará la calidad de sonido inmensamente y, ¿qué público no está dispuesto a pagar para obtener esto a cambio?
Música Clásica
En un concierto sinfónico en un auditorio para música clásica no hay amplificación eléctrica de los instrumentos musicales y tampoco un sistema de altavoces. Los instrumentistas deben generar un nivel sonoro suficiente para llevar la música al público. Esto requiere que el auditorio refleje el sonido y NO lo absorba, para que el nivel no disminuya.
Esto, y el hecho de que la música sinfónica, en especial la música coral, suena bien en una sala reverberante donde los sonidos pueden rebotar en las distintas superficies por un tiempo prolongado, es la razón por la que una sala de conciertos para música clásica es acústicamente distinta a un auditorio para música amplificada. A diferencia del auditorio para música amplificada, es muy importante que la sala ayude a difundir las frecuencias bajas. Si la sala genera un balance apropiado de los instrumentos, le facilita el trabajo al director de la orquesta. Una sala de este tipo tiene un carácter musical y cumple con su propósito funcional.
Nuevamente, los intérpretes necesitan el balance correcto de reflexiones tempranas y tardías. A falta de reflexiones tempranas, el intérprete pierde contacto con el sonido de su instrumento y el de sus colegas. A falta de reflexiones tardías, pierde conexión con el público y debe gastar mucha energía para crear el nivel sonoro que demande el director de orquesta.
Para los casos de música clásica y amplificada, las reflexiones tardías deben ser atenuadas significativamente, en particular en las frecuencias bajas si se quiere que un auditorio de música clásica funcione como un auditorio de rock. Este fue el propósito para inventar, diseñar y desarrollar el sistema de absorción aQflex.
Actualmente, este es el único sistema de acústica variable que hace exactamente ese trabajo, sin remover las frecuencias altas, que se absorben por la presencia del público. El resultado es una sala con un sonido transparente, con una excelente dinámica tanto para música clásica como amplificada.
Instale el sistema aQflex en una sala con un buen diseño acústico y tendrá la respuesta acústica perfecta para cada evento.